La sociedad parece preocupada por las etiquetas. Se supone que son una forma fácil de dividir el mundo que nos rodea en trozos digeribles. Están presentes en todas las solicitudes que rellenamos, en todas las encuestas, en cómo nos ve la gente y, lo que es más importante, en cómo nos vemos a nosotros mismos.

Pero, ¿las etiquetas de identidad dicen todo lo que hay que saber sobre una persona? ¿Pueden un par de palabras grabar tu identidad en piedra?

La presión de las etiquetas

Las etiquetas pueden ser reconfortantes. Con una etiqueta de identidad viene una comunidad, todo un grupo de personas que se identifican igual que tú. Es propio de la naturaleza humana querer encajar. Buscamos constantemente personas con las que relacionarnos, personas que hayan compartido nuestras experiencias.

Hoy en día, se siente la presión no sólo de encontrar un grupo de personas similares a ti, sino de ser capaz de identificar exactamente por qué todos os lleváis tan bien. Aquí es donde entran en juego las etiquetas de identidad en relación con el género, la sexualidad y los diagnósticos, pero también en torno a otros aspectos de la identidad. La proliferación de etiquetas en las redes sociales ha hecho que los jóvenes tengan que intentar averiguar su identidad más rápido que nunca.

¿De qué lado de TikTok estás? Tu respuesta a esa pregunta puede decirlo todo sobre quién eres (aunque todo sea según un algoritmo). Los algoritmos de las redes sociales han hecho que los usuarios sólo vean contenidos relevantes para los grupos de identidad a los que pertenecen. Hay booktok, healthtok, fandomtok, y la lista continúa. Cada lado de TikTok es su propia pequeña comunidad. La comunidad es algo maravilloso. Pero la gente más que nunca siente la necesidad de ajustarse a las tendencias de sus comunidades. Sienten la presión de demostrar: “¡Eh, yo pertenezco aquí!”.

Como humanos anhelamos un sentimiento de pertenencia, pero ¿a qué precio? La presión de etiquetarse para entrar (y seguir siendo bienvenido) en una comunidad puede ser estresante. La introspección y la construcción de la identidad no ocurren de la noche a la mañana. Por mucho que nos gustaría.

¿Qué contiene una etiqueta de identidad?

Las etiquetas de identidad ayudan a construir comunidades y a fomentar el sentimiento de pertenencia, pero también proliferan los estereotipos. Cuando lees las palabras “mujer”, “gay” y “latino”, ¿qué te viene a la mente? Seguramente estereotipos. Formar nociones preconcebidas es propio de la naturaleza humana. Es lo que mejor hace nuestra mente. Nuestros cerebros están constantemente realizando análisis estadísticos, asimilando la información que nos llega a través de los medios de comunicación, los libros que leemos, las personas con las que hablamos, etc. A partir de esa información, creamos expectativas. Estas expectativas pueden ser peligrosas. Sentimos que podemos generalizar a una persona basándonos únicamente en lo que hemos asimilado.

Las etiquetas conllevan sus propias expectativas. Son estas expectativas las que hacen que la gente gravite hacia ellas o se aleje de ellas. Por ejemplo, un hombre puede no querer identificarse como gay porque no quiere ser percibido como femenino. Los estereotipos pueden hacer que las etiquetas den miedo o resulten claustrofóbicas. Por esta razón, las etiquetas no deben considerarse el fin de todo.

Etiquetas de identidad LGBTQ

La comunidad LGBTQ alberga un amplio abanico de etiquetas de identidad, cada una con su propia comunidad. Cada etiqueta conlleva una serie de expectativas, presiones y limitaciones.

Tuve una discusión con mi amiga sobre su experiencia personal con las etiquetas de género y sexualidad. Actualmente utiliza los pronombres ella/ellos y se identifica como queer. No fue fácil llegar a esas etiquetas.

A lo largo de su adolescencia, había ido y venido entre las etiquetas de bisexual y lesbiana. Para empezar, actualmente sale con alguien que se identifica como hombre, así que la etiqueta de lesbiana está descartada. Pero bisexual tampoco le parecía bien.

El término bisexual viene con la connotación de que tu atracción se divide al 50% entre hombres y mujeres. Aunque esto no es necesariamente cierto, es una suposición común. Lo mismo ocurre con la expresión de género. Nunca se han sentido en la misma longitud de onda de género que las mujeres más tradicionales, pero sigue habiendo partes de feminidad que siguen siendo muy importantes para ellas.

Las etiquetas de identidad pueden ser complicadas, y requieren mucha experiencia vivida para solidificarse. Pero según ella “las etiquetas nunca van a servir” Las experiencias vividas por los miembros de la comunidad LGBTQ son muy diversas, incluso entre quienes comparten las mismas etiquetas de identidad. El género y la sexualidad son un espectro muy amplio -y a menudo fluido-. A veces estas etiquetas, aunque bonitas y concisas, no ofrecen una imagen completa, sino sólo un pequeño detalle.

Diagnósticos de salud mental

La estigmatización de la salud mental está muy extendida. Ser diagnosticado de una enfermedad mental y añadir esa nueva etiqueta a tu identidad puede afectar no sólo a cómo te ven los demás, sino a cómo te ves tú mismo. Piense en los términos “lunático”, “maníaco” y “caso mental”; todos ellos denigran la enfermedad mental. Por eso es comprensible que los que sufren tiendan a tener una autoestima más baja, en parte debido a la norma cultural de que los enfermos mentales son menos que los demás o parias. La teoría del etiquetado modificado esboza esta situación. Esa teoría postula que cuando a una persona se le diagnostica una enfermedad mental, tiende a adoptar las creencias culturales que rodean a ese diagnóstico como si fueran ciertas para ella. De las cuales, la mayoría de las veces, son abrumadoramente negativas. Se ha demostrado que la teoría del etiquetado modificado puede exacerbar la enfermedad mental.

Las etiquetas diagnósticas pueden sentirse como una sentencia de por vida. Pueden empezar a sentirse como la única forma real de definirse a uno mismo. El sentido de la identidad puede llegar a estar tan ligado al diagnóstico que resulta imposible separarse de la enfermedad. Cuando tu identidad depende tanto de estas etiquetas diagnósticas, buscar tratamiento o curación puede parecer que pierdes parte de tu identidad. Sientes que no sabes quién eres sin tu etiqueta diagnóstica.

Pero, ¿qué pasaría si estas etiquetas no existieran? El etiquetado puede empeorar la enfermedad mental existente, pero también da paso al tratamiento. Estas etiquetas son importantes a efectos de tratamiento y adaptación. Pero en ningún caso te definen, sólo porque la sociedad lo diga. Tú no eres tu enfermedad mental, es simplemente una pequeña parte de lo que eres.

Etiquetas de identidad racial

Las etiquetas de identidad racial, como cualquier otra etiqueta, conllevan estereotipos, estigmas y prejuicios. Pero en la mayoría de los casos, también te vinculan a tu familia y a tus raíces. Albergan una parte importante de tu cultura y lo más probable es que te hayan marcado toda la vida.

Hace poco me senté con mi amiga, que es mitad negra y mitad china, para hablar de su opinión sobre las etiquetas de identidad racial y su propia identidad como mestiza. Lo primero que me dijo fue que cuando la gente le pregunta, ella les dice que es negra. Piensa que, como eso es lo que la gente ve, así es como el mundo la percibe. Su identidad negra la hace más consciente de todo lo que hace, por la forma en que se percibe a los negros en Estados Unidos.

Pero al decirle a la gente que es negra, tiene la sensación de estar dejando de lado la mitad de su identidad para ser “más aceptable”. Decirle a la gente que es mestiza o asiática suscita un montón de preguntas y comentarios injustificados: “¿Qué clase de mestiza eres?”, “En realidad no pareces asiática”, “oh, por eso tu apellido suena a chino”. De pequeña participaba en esgrima, y recuerda que cuando decían su apellido, Chan, los oficiales miraban a su alrededor esperando a una china, y cuando ella se acercaba, la interrogaban.

Pero para ella, las etiquetas son tuyas. Tú controlas tus etiquetas, no al revés. Si la gente cuestiona tus etiquetas o tu identidad, no tienes por qué escucharles: “Nadie conoce tu experiencia como tú”.

¿Una etiqueta cuenta toda la historia?

Las etiquetas son personales. ¿Forman parte de tu identidad? Sí. ¿Definen tu identidad? No. Cada persona recorre un camino único para llegar al conjunto de etiquetas con el que se siente cómoda. La gente puede tardar años en descubrir sus etiquetas. E incluso entonces pueden cambiar. Nadie debe sentirse presionado a etiquetarse porque, en última instancia, una palabra nunca puede abarcar la totalidad de las experiencias de una persona.

La vida sin etiquetas

¿Cómo separarnos de estas etiquetas de forma sana y productiva? La introspección es la clave En lugar de intentar ajustarte a etiquetas identitarias, prueba a describirte sin ellas y mira a ver qué pasa. Por ejemplo, en lugar de decir “soy lesbiana femenina”, di “me siento atraída por las mujeres y me gustan las cosas que pueden considerarse femeninas y femeninas”. Cuando te describes de esta manera, estás perdiendo todas las connotaciones y estereotipos que surgen al decir las etiquetas.

Otra forma estupenda de hacer introspección es escribir un diario. Escribe sobre las cosas que te alegran, tus valores, lo que te gusta de ti mismo, etc. Intenta describirte con historias en lugar de con etiquetas. Piensa en lo que te ha formado como persona. Esto te permite llegar al núcleo de lo que TÚ eres, no a lo que las etiquetas de identidad te asignan ser.

Y si te sientes cómodo, ¡puedes mantener esta conversación con amigos! Discutir con otras personas a veces puede ayudarte a revelar más cosas sobre ti mismo de las que quizá no seas consciente. También es una buena forma de limitar cualquier autoconversación negativa. Rodearse de gente que te quiere y te cuida ayuda a resaltar todo lo bueno que aportas a este mundo. Una introspección cuidadosa puede ayudar a salvar la distancia entre las etiquetas de identidad y la verdadera identidad.

En definitiva…

¿Aportan las etiquetas de identidad un sentido de comunidad? Sí. Pero esas etiquetas vienen acompañadas de presiones sociales y estereotipos, y a veces el proceso de etiquetarse por sí solo puede ser estresante. Las etiquetas de identidad están pensadas para unir a la gente. Pero a veces hacen más mal que bien.

Las etiquetas no lo son todo. La autoestima y el carácter de una persona no deben juzgarse únicamente por sus etiquetas. Las etiquetas son sólo una pieza del rompecabezas. Tu identidad es única. Las etiquetas de identidad son simplemente una herramienta, y de ninguna manera te definen.